domingo, 17 de agosto de 2008

XXIII Encuentro Nacional de Mujeres - Neuquén 2008
Queridas Mujeres les damos una calurosa bienvenida

Pasaron 16 años y estamos nuevamente acá en Neuquén, reafirmando la vigencia de los encuentros con esta inmensa convocatoria.

¡23 años de encuentros!
Nuestros esfuerzos están hoy coronados con la alegría
que nos da esta enorme cantidad de mujeres, juntas recordemos a las que ya no están diciéndoles presente! Y también saludemos a las que están impedidas de llegar por razones económicas, de salud o por estar privadas de su libertad

Un largo y difícil camino ¡pero cuándo las cosas han sido fáciles para nosotras las mujeres!

Bienvenidas a Neuquén mujeres de adentro y de afuera de nuestras fronteras, bienvenidas a la tierra de Teresa Rodríguez, de los primeros piquetes de Plaza Huincul y Cutral Co, de las heroicas luchas de las trabajadoras y trabajadores de la educación, de la salud, de la lucha contra la impunidad y exigencia de castigo a los responsables políticos y materiales del asesinato del compañero Carlos Fuentealba.
La tierra de la lucha ceramista por la expropiación de
la fábrica Zanón bajo el control de sus trabajadoras y trabajadores.
Neuquén es también el lugar donde las organizaciones de
mujeres dieron una gran pelea que terminó con la condena al violador Anzaldo, y en donde comenzará en unos días los juicios contra los genocidas.
En todas estas luchas estuvieron siempre presentes
nuestras Madres de Plaza de Mayo a quienes les hacemos un especial reconocimiento.

También queremos hacer mención al ejemplo de lucha de la compañera Sandra Rodríguez, porque su fuerza expresa lo que las mujeres somos capaces de hacer ante las tremendas injusticias.

Hoy estamos aquí para decir, una vez más, que los sistemas políticos, económicos, culturales, religiosos y sociales se construyeron sobre la división sexual y social del trabajo, produciendo y reproduciendo históricas jerarquías, opresiones y subordinaciones que toman el cuerpo de las mujeres como propiedad y botín para seguir constituyéndose en poderes que deciden sobre la vida y la muerte.

Quienes encarnan estos poderes no son anónimos, tienen nombre y apellido y se encuentran instalados en el gobierno nacional y provincial, pero también en las corporaciones judiciales, médicas y muchas veces periodísticas, que se hacen eco del fundamentalismo eclesiástico que pretende continuar dirigiendo los cuerpos y las vidas de las mujeres.

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